Desde tiempos inmemoriales, cuando nuestros ancestros no tenían hospitales ni médicos profesionales tenían que recurrir a las curanderas para tratar las enfermedades. Estas mujeres, usualmente mayores, honraban y observaban los ciclos de la naturaleza, el tiempo y el espíritu.
Ellas servían a sus comunidades actuando como comadronas y se avocaban a la sanación física y espiritual a través del uso de hierbas medicinales, rituales, imposición de manos, oraciones, entre otras cosas.
Las curanderas eran mujeres sabias, herboristas, matronas. Mezclaban sus conocimientos de las hierbas, la menstruación, la enfermedad y la partería con creencias espirituales y culturales.
Aprendieron sus artes de las más ancianas de la comunidad, su madre, su tía o su abuela y así empezaba una larga relación que tenía una profunda conexión con la naturaleza, un respeto total al cuerpo humano y la confianza innata en su propia sabiduría.
Medicina ancestral
De ahí que las plantas medicinales sean, en esencia, la medicina que proviene de la sabiduría de nuestros ancestros, de años y años de cuidado y sanación, porque sus propiedades aportan a la defensa contra cualquier enfermedad, ya que alivian dolencias, inflamaciones, regulan la temperatura, mejoran la piel, eliminan toxinas del cuerpo, mejoran el estado de ánimo, calman, estimulan, limpian y, en general, no producen efectos secundarios.
Formas de consumir hierbas
Si bien el efecto puede ser más lento que el de los medicamentos tradicionales, sí es más duradero y, por supuesto, más natural. Además, se pueden consumir de diferentes formas, por ejemplo:
- Infusiones o té
- Cocimientos
- Cataplasmas
- Vaporizaciones
- Baños de hierbas
- Compresas
- Maceración
- Jugos
- Jarabes
En la actualidad, el consumo de plantas medicinales es muy común en los hogares. Incluso la OMS indica que hay un elevado porcentaje de la población que utiliza algún tipo de hierba o flores, por ejemplo, una infusión de manzanilla cuando se presentan molestias estomacales o una infusión de tila para relajarnos.
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